martes, 29 de septiembre de 2009

Casa del conde San Juan de Jaruco - La Casona



FOTOS: Coralia Rivero

• En la Plaza Vieja de La Habana se destaca un ejemplo de residencia señorial habanera del siglo XVIII, por sus características arquitectónicas coloniales de la época.
Entre los elementos que la distinguen esta la secuencia de arcos y columnas repetidas en los portales, el zaguán, la portada, los alfarjes de madera y vitrales. El patio es un amplio recinto rodeado de arcadas que forman galerías que cierran sus cuatro lados y su fachada tiene una agradable composición en que se contrastan los puntales y las formas de los arcos de ambos pisos donde se destacan las bellas lucetas de vidrio de colores.
Desde que se construyó esta casa ha tenido varias modificaciones, durante varios años, hasta tener la actual estructura que se terminó en 1737, realizada por uno de sus últimos dueños, el conde de San Juan de Jaruco a quien perteneció hasta el siglo XIX.
Por los salones de esta mansión no sólo desfilaron lo más selecto de la sociedad, sino también los forasteros que arribaban a La Habana.
En el siglo XX su uso como vivienda y taller de confecciones comenzó a deteriorar la edificación. Años después es restaurada en 1979, y se destina al Fondo Cubano de Bienes Culturales, que es una institución estatal para el mercado artístico fundada en 1978. Se destinaron sus salas a cuatro galerías: la galería Roberto Diago - especializada en arte "primitivo"; La Boutique de artesanía; El patio de las Columnas - galería de arte contemporáneo y el taller de orfebrería de Raúl Valladares.
Hoy en día a este palacio se le conoce como el Centro de Arte "La Casona" y se encuentra en ella la empresa comercializadora Génesis Galerías de Arte, con el objetivo de darle atención al creador y sus obras en representar, promover, producir y comercializar, tanto nacional como internacionalmente, en todos los géneros de las artes plásticas. •

viernes, 31 de julio de 2009

Casa de Félix Arrate - Museo de Naipes



FOTOS: Coralia Rivero

• La edificación más antigua de todas las casas de la Plaza Vieja, data del siglo XVII y representa la expresión temprana del tipo de vivienda que caracteriza las construcciones que enmarcan la Plaza Vieja, por poseer doble planta, donde en la alta, se destina a vivienda y la baja a comercios. Está abierta al exterior hacia la plaza con portales, balcón y galerías.
En la segunda mitad del XVIII, la habitó el notable historiador habanero José Martín Félix de Arrate (1701-1765), considerado el pionero de los historiadores habaneros y quien fue regidor perpetuo del ayuntamiento en 1734 y en 1752 fue nombrado alcalde ordinario.
Esta casa como las demás de la plaza sufrió muchísimo el deterioro en su estructura antes de 1959, ya a partir de 1978 se comenzó por el Departamento de Monumentos de la Dirección de Patrimonio Cultural, el anteproyecto de restauración de la Plaza Vieja.
La gran labor, en todos estos años, de los especialistas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana han logrado rescatar y convertir este recinto en un interesante y atractivo Museo de Naipes Marqués de Prado Ameno.
El museo posee un fondo con más de 2000 piezas, donadas por la Fundación Cultural Diego de Sagredo, de España. En sus salas se exhiben barajas, postales y otros objetos relacionados con los naipes. Los hay para coleccionar en diversas temáticas, como Arte, Historia, Ciencias, infantiles, deportes, costumbrismo y de adivinación, que son los llamados Tarots, y están organizados teniendo en cuenta lo más representativo de cada país.
El museo organiza talleres, conferencias y encuentros acerca del tema o relacionados con él, al tiempo que facilita el disfrute de su ludoteca por niños, jóvenes y adultos mayores del Centro Histórico de La Habana. Posee, además, un importante fondo bibliográfico acerca de la temática de los naipes que puede ser consultado por el público interesado.
Observando las barajas, usted enriquece sus conocimientos y realiza, a través de la cultura que poseen, un viaje imaginario a otros mundos. •

La Fortaleza de La Cabaña



FOTOS: Ahmed Velázquez

• Con setecientos metros de largo y una extensión de diez hectáreas, es sin duda la mayor y más formidable de las fortalezas que los españoles construyeron en el Nuevo Mundo.
Se comenzó la obra en noviembre de 1763, por el maestro Pedro de Medina, fue dirigida por el ingeniero Silvestre Abarca, y le dieron el nombre de San Carlos en honor al rey Carlos III de España.
El proyecto de construcción tuvo el mérito de ajustarse perfectamente al terreno natural donde se levanta, dándole una fisonomía no encontrada en otra parte del mundo. Su estructura es la de un polígono con baluartes, tenazas, revellines, foso, camino cubierto y vastos cuarteles y almacenes. Su figura asemeja a un águila con las alas extendidas, que a simple vista, este fuerte parece tener dos partes iguales, pero en realidad no es así pues sus dimensiones tuvieron en cuenta las zonas de más fácil acceso para el enemigo. Fuera del recinto amurallado aparece un enorme foso donde, dentro de él, se proyectaron dos terrazas, la de San Antonio a la izquierda y el de San Agustín a la derecha.
En los fondos de referencia del Archivo Nacional de Cuba aparece un libro titulado Proyecto de defensa de la Plaza de La Habana y sus Castillos, de Silvestre Abarca, donde se detalla minuciosamente todo el equipamiento de la Fortaleza de La Cabaña con municiones de guerra y con abundantes cañones para abastecer por seis meses a unos 3 000 hombres divididos en artilleros y tropa en general; esto demuestra lo colosal de la obra y su gran seguridad ante cualquier ataque enemigo de la época.
Se le considera también un fiel exponente del cambio de los sistemas defensivos experimentados en el siglo XVIII, debido a los progresos de la artillería, como la aplicación de los nuevos conceptos del ingeniero francés Vauban.
La construcción de la obra concluyó en el año 1774 y tuvo un costo de 14 millones de pesos. Se cuenta que el rey Carlos III al enterarse, pidió un anteojo para “ver desde Madrid la gran obra”.
Varios usos ha tenido este lugar, pero nunca sus cañones y sus muros enfrentaron defensa alguna. Durante las guerras de Independencia fue prisión de revolucionarios, y se hizo famoso el foso de Los Laureles, por haber sido lugar de ejecución de patriotas cubanos.
Esta fortaleza junto al Castillo de los Tres Reyes del Morro integran lo que es hoy el Parque histórico Militar Morro-Cabaña, convirtiéndose así, en el museo más extenso del país.
Una de las atracciones es, que desde el siglo XVIII, uno de sus cañones hace un disparo, diariamente, a las 9 de la noche, ya que se utilizaba como señal para cerrar las puertas de la muralla de la villa. Actualmente, se mantiene esa tradición que se realiza con una solemne ceremonia a la usanza de la época colonial. También pueden visitar La Comandancia del Che, las salas de colección de armas y la Feria del Libro, que se realiza cada año. •

El castillo de San Salvador de la Punta


• Esta fortaleza hermanada con el castillo de Los Tres Reyes del Morro, no sólo por su posición a ambos lados de la entrada del puerto habanero, sino por haber sido construido simultáneamente por el mismo ingeniero Bautista Antonelli, entre 1590 y 1630 para la defensa de los habitantes de la villa.
En 1585 al conocerse los planes del corsario sir Francis Drake, se agudizan las medidas defensivas para proteger La Habana. Éstas resultan efectivas cuando, el 29 de febrero de 1586, aparecen frente a la bahía los primeros buques ingleses, y los cañonazos disparados desde La Punta y El Morro los hacen retroceder.
Por este hecho en 1588 se acuerda que, siendo este puerto tan importante, «conviene se guarde bien y para ello se haga un fuerte en el Morro, en la parte que está designado...», y que al otro lado se haga un fuertecillo como también está designado y que dicho fuerte «frontero del dicho Morro se llame del Salvador».
Este castillo de tipo renacentista fue levantado sin más cimientos que los arrecifes del litoral, y muchas fueron las dificultades en su construcción, tanto por problemas económicos como por una tormenta que la azotó en 1595 que casi arruina toda su muralla y terraplén.
Ya en 1601, en medio de disputas acerca del valor estratégico de la fortaleza, se decidió desmantelarlo hasta dejarlo reducido a una torre-plataforma capaz de acomodar seis u ocho piezas de artillería y una guarnición de 15 hombres. Más tarde se desistió de esa idea por considerarse que dicho fuerte defendía el camino que va a la Chorrera por la ribera del mar.
En 1607 se confirma la utilidad del fuerte y el Rey ordena la reconstrucción de dicho baluarte, que fue llevada a cabo por el gobernador Ruiz de Pereda hacia 1609, por la misma época en que se culminaba El Morro.
El 6 de junio de 1762, como consecuencia de la guerra entre España e Inglaterra, los ingleses inician el sitio de La Habana, cuyas defensas sucumben sin remedio, incapaces de detener el empuje militar de un poderío no previsto en el diseño de su sistema de fortalezas. Como resultado del ataque inglés, habían quedado destruidas las cortinas y los baluartes de La Punta, los cuales son reconstruidos al mismo tiempo que se amplían sus obras primitivas por los ingenieros Silvestre Abarca y Agustín Crame.
Desde entonces, La Punta va transformándose de acuerdo a los requerimientos propios de la defensa y otros usos, perdiendo y modificando elementos o añadiendo nuevas y modernas construcciones que van a alterar gradualmente su forma original, como al quedar cubierta hasta dos metros por encima de su base a causa de las sucesivas pavimentaciones por el crecimiento urbano del entorno: la Avenida del Puerto y el Malecón.
En el siglo XX, durante la República, albergó dependencias de la Marina de Guerra y después del triunfo de la Revolución sirvió como Escuela de Milicias y como sede de dependencias estatales.
Hoy, restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Castillo de San Salvador de la Punta muestra en tres salas, de exposición permanente, su historia y la de la arqueología subacuática cubana. •

Colegio de San Ambrosio-Restaurante AL MEDINA



FOTOS: Coralia Rivero

• En la calle Oficios, una de las más antigua de la ciudad, comienza la historia de esta casa en el año 1688, cuando un maestro carpintero la vendió a Fray Evelino de Compostela, Obispo de Cuba, quien fundó en ella un colegio de niños para la enseñanza del latín y canto, al que llamó de San Ambrosio, desde 1689 hasta 1774, en que fue trasladado al Seminario contiguo a la Catedral.
El edificio posee todas las características de la primitiva arquitectura hispana en nuestra Isla. Además, tiene una marcada influencia mudéjar por la herencia de la prolongada presencia musulmana en la península ibérica, que duró desde el año 711 hasta 1492.
El fuerte balcón corrido con balaustres de madera determina la división de la fachada, esencialmente lisa, en planta baja y alta. La portada de acceso al interior a través del zaguán, está enmarcada, como era usual, por pilastras y un simplificado entablamento. El patio central complementado por un traspatio, es lo más notable de esta casa, un verdadero espacio claustral, de agradables proporciones y rodeado en la planta alta por amplias galerías. Toda esta área constituye un acogedor ambiente que se enriquece por el fuerte colorido de la vegetación, las tejas y la carpintería.
La restauración del edificio se realizó el 16 de noviembre del año 1983 para convertirlo en lo que hoy se conoce como el restaurante Al Medina, cuyo nombre quiere decir “la ciudad” en idioma árabe. Aquí se ofrecen los platos más populares de la cocina del Medio Oriente a través del rescate de la cultura culinaria con la llegada de libaneses, sirios y palestinos a nuestro país. Entre todo lo que puede degustar se destacan el Gran Plato Al Medina que es pollo al ajonjolí; las brochetas de langosta, camarón y pescado grillados llamado Pincho Royal, además de otras especialidades.

El restaurante rememora la presencia árabe no sólo con su oferta gastronómica y venta de productos importados, sino también con su música y una bella decoración de una equilibrada sencillez.
Visitar estos rincones encantadores del Centro Histórico de la capital nos lleva al reencuentro con una cultura milenaria presente en nuestras raíces •

viernes, 26 de junio de 2009

Castillo de los Tres Reyes del Morro

FOTO: Ahmed Velazquez

• Un destello de luz ilumina cada noche la entrada al puerto de la bahía de La Habana, donde se levanta majestuoso sobre las rocas, la clásica fortificación del siglo XVI.
Las incursiones de Francis Drake en el Caribe habían comenzado a inquietar seriamente al rey de España Felipe II, que se percataba por vez primera de lo indefensas que estaban las posesiones españolas ante los ataques de los corsarios y piratas.
El sistema defensivo de la villa, en aquella época, era muy precario y sólo en ese tiempo se podía contar con la única fortificación sólida del castillo de la Real Fuerza, que no era suficiente, ya que estaba emplazado al fondo del canal de entrada a la bahía.
En el año 1563, el entonces gobernador de la Isla, Diego de Mazariegos, había hecho levantar una torre de sal y canto que sirviera de atalaya en las alturas de El Morro, situada en la ribera derecha de la bahía. Esta torre constituyó el paso primero para lo que luego sería el castillo de los Tres Santos Reyes Magos más conocido por castillo de El Morro.
En 1589 se emprendieron las obras por el ingeniero militar Bautista Antonelli y continuó la dirección de las mismas su sobrino Cristóbal de Roda en el año 1594, hasta que concluyó en 1630.
La fortaleza se levanta sobre una superficie rocosa, formando un polígono irregular, con baluartes, foso, aljibes, cuarteles, calabozos y almacenes. A un nivel inferior, por la parte de la bahía, se continúa en las baterías de los Doce Apóstoles y de La Pastora.
En 1762 cuando La Habana fue atacada por los ingleses, el castillo desempeñó un papel fundamental, pero sus muros —juzgados hasta entonces como inexpugnables— sufrieron el intenso bombardeo de la artillería inglesa, que logró penetrar y tomar la ciudad.
La torre del Morro comenzó a utilizarse como faro desde 1764. En el siglo XVII se alumbraba con leña; a principios del XIX con gas, después, con aceite; ya en el 1844 se demolió la antigua torre y se inauguró otra con el nuevo sistema de Fresnell, al que se nombró faro de O' Donnell. A partir de 1945 es que es electrificado donde sus señales alcanzaban 50 millas de distancia en auxilio de la navegación.
Esta fortaleza de tipo renacentista, fue durante más de un siglo, la defensa del puerto y la ciudad, junto a los castillos de San Salvador de la Punta y el de la Real Fuerza. Su estructura está formada por sucesivas cortinas que miran hacia el mar y permiten cerrar la fortaleza. Así cada ángulo de cortina ampliaba la visibilidad y aumentaba el radio de acción en cada batalla.
El movimiento de la tropa y la artillería se realizaba en su interior por medio de rampas, escaleras y pasadizos que se dirigían hacia niveles defensivos, donde se encontraban las baterías, las garitas y la torre del vigía.
Ahora el Castillo de los Tres Reyes del Morro es un museo y centro turístico, donde ofrece a los visitantes sus salas temáticas, como la de historia de la navegación, la de la estación semafórica y del faro, así como una exposición permanente sobre la trayectoria de este lugar, que junto a la fortaleza de La Cabaña, integran lo que es hoy el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña. •

Casa del Conde Barreto- Artes Plásticas y Diseño


FOTO: Coralia Rivero

• En Luz número 362, esquina a Oficios, se encuentra una antigua casa señorial muy interesante por su historia, la Casa del Conde Barreto.
Su construcción fue realizada con anterioridad al año 1732, pues en ese año doña María Josefa Jirardi, viuda del capitán Miguel Alfonso del Manzano —propietario más antiguo de esta casa— impuso un gravamen sobre la posesión de la propiedad.
Más tarde pasó a manos de doña María Ursula Flores y sus descendientes, hasta que en 1798 fue vendida primero la mitad del inmueble a don Juan Sánchez y el resto a otros propietarios.
Los nombres de quieres la adquirieron más adelante no se conocen, hasta que en 1824-25, el segundo conde de Casa Barreto, don José Francisco Pascual de los Dolores Barreto y Cárdenas Vélez Guevara Pedroso y Beltrán de Santa Cruz, aparece registrado en un pacto de retro, es decir, con derecho a adquirir varias accesorias de la casa en caso de venta. No fue él su único propietario, pues compartía la propiedad —según los documentos— con don Juan Sánchez.
El segundo conde de Casa Barreto y sus descendientes habitaron por más de tres cuartos de siglo esta mansión y en ella falleció la VI condesa doña María Francisca Josefa Rufina de Cárdenas y Barreto Beitía y Beitía, en 1876.
El conde Barreto se hizo célebre por las anécdotas que se le atribuyen sobre los actos de crueldad que cometía con sus esclavos, a quienes aplicaba los más feroces castigos si intentaban huir de sus métodos opresivos.
Una voz popular de aquella época afirmaba: “cuando el conde Barreto se murió, entero el Diablo se lo llevó”, aludiendo a una supuesta desaparición de su cadáver.
La arquitectura de esta casa refleja elementos mudéjares. El gran portón muestra una hermosa arcada que termina en un techo de maderas preciosas.
El edificio se compone de dos plantas: la baja con accesorias y entresuelos; la alta se dedicaba a los dormitorios. La parte posterior del edificio se perdió, siendo ocupada esa área con un ensanche del patio central donde se pueden observar los antiguos faroles de gas. Un hermoso balcón de hierro se une al tejadillo por barras del mismo material a todo lo largo de la fachada.
Este palacio estaba condenado a ser demolido por el estado de deterioro y abandono en que se encontraba antes de la Revolución y gracias al Departamento de Monumentos se pudo salvar lo que quedó de la casa. Ya después en 1979 fue reconstruido por un equipo de especialistas encabezado por el arquitecto Daniel Taboada, y fue concluida en 1980 para destinarla al Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, donde su principal función es promover la obra artística de jóvenes cubanos.
En este centro cultural se realizan exposiciones y conferencias, entre otras actividades. •

LA MURALLA


FOTO: Coralia Rivero

• Más de un siglo transcurrió desde que comenzaron las gestiones para la construcción de la muralla, alrededor de la ciudad de San Cristóbal de La Habana, hasta su terminación.
La idea surge después del ataque del corsario Jacques de Sores en el año 1558, que dejó a los pobladores con una gran sensación de desamparo. Pasaron muchos años para que existieran todas las condiciones requeridas, pues tanto el factor económico, como la carencia de fuerza de trabajo y la diversidad de opiniones de ingenieros y gobernadores dilataron el proceso, hasta que al fin, después de acoplarse todos estos factores, bajo el gobierno de Francisco Rodríguez Ledesma, se dio comienzo a esta obra.
En 1603, el ingeniero militar Cristóbal de Roda fue el encargado de hacer el proyecto del amurallamiento, que inicialmente fue realizado con troncos de árboles y después de piedras.
La muralla se levantó primero por el lado sur, donde se fijó una lápida con la fecha del 3 de febrero de 1674 y se concluyó hacia 1797. Desde entonces fue un elemento integrante del complejo defensivo de la ciudad, junto a las fortalezas del Morro, La Punta y La Fuerza. Su estructura se realizó con 1.40 metros de espesor y 10 metros de altura, abarcando por su parte terrestre, desde el Arsenal (actual Terminal de Ferrocarriles) hasta el castillo de La Punta, y por la parte marítima, desde esa fortaleza hasta el Arsenal.
El muro tenía la forma de un polígono irregular y contaba con nueve baluartes y 180 piezas de artillería. El foso que la rodeaba y que nunca llegó a tener agua, era poco profundo, pero bastante ancho.
En su inicio, tuvo solo dos puertas, la de La Punta, al norte, y la de La Muralla, a la altura de la calle del mismo nombre, al oeste. Otras se abrirían posteriormente, las de Colón, Monserrate, Luz, San José, Jesús María y el Arsenal. La que aún se conserva en las cercanías del muelle La Coubre, recibió el nombre de La Tenaza.
Muchos de los habitantes de la ciudad vivían fuera del muro y pasaban de un lado a otro cuando se abrían las puertas, anunciado por un cañonazo a una hora determinada: a las 4:30 de la mañana, al toque de diana, su sonido indicaba que debían alzarse los rastrillos, tenderse los puentes levadizos y abrirse las puertas. El de las ocho de la noche, al toque de retreta, anunciaba el cierre de las puertas y nadie podía entrar ni salir de la ciudad.
En sus inicios el disparo se hacía desde el buque de guerra que servía de Capitanía; luego empezó a hacerse desde la fortaleza de La Cabaña, y con el tiempo cambiaron la hora y entonces el cañonazo empezó a escucharse a las nueve de la noche solamente, hasta nuestros días.
Ya en el año 1863, durante el mandato de Domingo Dulce y Garay, gobernador de la Isla, existía un crecimiento de la población que se convertió en un obstáculo para el tráfico y el comercio, a través de la muralla, más por la poca utilidad militar de la misma, se pidió permiso a Madrid para derribarla.
Hoy nos queda, como patrimonio, algunas partes y sus garitas, frente al antiguo Palacio Presidencial (Museo de la Revolución), en las inmediaciones del viejo Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, en los alrededores de la Estación Terminal de Ferrocarriles y en la Avenida de Carlos Manuel de Céspedes.
Cada día, a las 9 de la noche, los habaneros verifican sus relojes con el sonido del cañonazo, que se realiza en una bella ceremonia militar en la fortaleza de La Cabaña, como una muestra más de nuestras tradiciones que tiene una gran atracción turística. •

Casa de Don Martín Calvo de la Puerta- LA OBRAPÍA




FOTOS: Coralia Rivero




• Una de las casas más importante, por su valor arquitectónico en el mundo habanero del siglo XVIII, es la hoy conocida como la Casa de la Obrapía.
Su historia comienza en el año 1648 cuando el capitán español Martín Calvo de la Puerta adquirió unas casas vendidas por doña María de León, viuda del gobernante Francisco Núñez Milián. Posteriormente, durante los años 1659 al 69, don Martín aumentó sus propiedades comprando un solar para reconstruir las casas y convertirlas en una edificación.
Según los datos del libro del arquitecto Weiss, en esta nueva casa instituyó una obra-pía o piadosa, que consistía en dejar la suma de ciento dos mil pesos para dotar en sus réditos anualmente a cinco huérfanas de modo que “dieran sin perder la honestidad y el pudor hijos fuertes y robustos”. Por tal motivo, tanto la casa como la calle en que se encuentra, se conoce como de la Obrapía.
Don Martín nombró primer patrón de la residencia a su pariente el alférez mayor Nicolás Castellón y Pereira, a quien debía pasar la propiedad después de la muerte de su esposa.
En la segunda mitad del siglo XVIII se remodela la casa por don Gabriel María Castellón y Cárdenas, segundo marqués que ostentara dicho título, quien invirtió en la obra once mil 863 pesos. El nuevo propietario adicionó el arco de embocadura de la escalera en la planta alta; el arco mixtilíneo del vestíbulo de Obrapía, uno de los mayores y más complejos de su clase; un formidable cuerpo barroco donde se enlaza la puerta —tallada en España— con la ventana superior y su balcón rematado con el escudo nobiliario de los Castellón; la conformación de las columnas y el zigzagueo de las molduras, dan una animación e interés a los desnudos muros de esa edificación.
La superficie de esta casa es de unos 1 480 metros cuadrados, que hace de ella una de las mayores de la época colonial. Una característica verdaderamente monumental es el pórtico de estilo barroco que está construido en perspectiva y da la impresión de estar inclinado hacia abajo creando un ritmo a la fachada de gran atracción.
De dos plantas está compuesta esta residencia; en el primer piso se pueden apreciar los arcos trilobulados, las columnatas, las losas malagueñas del piso y las barandas de madera torneadas que rodean el patio central y la escalera; la galería de cuatro metros de ancho que lleva hacia las habitaciones y continúan hasta el traspatio, por lo que es probable que ésta sea la mayor de cuantas existen en las casonas habaneras.
La planta baja, según Weiss, estuvo destinada una parte al despacho del propietario, otra al vestíbulo, comercios y a pequeñas viviendas como era de costumbre en las casas de esquenas en aquella época. Durante el tiempo de restauración a que fue sometida, fueron encontradas importantes piezas arqueológicas como también cenefas y pinturas.
Se considera como su fecha de inauguración, el 16 de noviembre de 1983 al ser convertida en Casa Museo a instancias del historiador de La Habana, Dr. Eusebio Leal Spengler.
Las actividades culturales que se realizan en este lugar son muy variadas, desde exposiciones de modas, talleres educativos en las tradiciones cubanas, venta de ropa confeccionada por la “Hermandad de las Bordadoras y Tejedoras de Belén”, muestras de arte colonial, y además, podrá visitar la sala que contiene los objetos personales del destacado escritor Alejo Carpentier. •

martes, 19 de mayo de 2009

Casa de los Franchi Alfaro - Café El Escorial




FOTOS: Coralia Rivero




• Esta antigua mansión colonial, también conocida como la "Casa de los Marqueses de la Real Proclamación" se encuentra en una de las esquinas de la Plaza Vieja, la cual integra un conjunto de viviendas con las mismas características arquitectónicas de la época, en el siglo XVIII.
Se conoce que a mediados del siglo XVII perteneció al Capitán Martín Sotomayor y en el año 1751 comenzó su reconstrucción y más tarde, a finales de este siglo, la adquiere D. Francisco Franchi Alfaro y Ponte para utilizarla como su vivienda, quien poseía el título de Segundo Marqués de la Real Proclamación. A finales del siglo XIX fue comprado en su totalidad por el Sr. Pedro Manuel Bances y Miranda, quedando después en poder de sus descendientes.
Esta casa a diferencia del resto de las viviendas de la plaza, presenta una elaborada portada con guarnición barroca y un peculiar arco doble sin apoyo central en el paso del zaguán a las galerías del patio. Tiene dos plantas, en la baja, con un portal de arcadas, de fecha posterior a la de la construcción original, y la alta, con arcos abiertos,
barandas que al principio de su construcción fueron de madera y después se cambiaron por el hierro.
La vivienda fue remodelada en el siglo XIX, cuando se sustituyeron los techos de alfarje por cubiertas planas y se construyó una ampliación en la azotea. Por esta época, ocupó la planta baja en esquina el Café-Restaurante "El Escorial", inaugurado en 1913 siendo propiedad de Ramón Gutiérrez. En 1919 se había convertido en vivienda de múltiples familias, manteniendo el comercio esquinero.
En el siglo XX sufre un proceso de deterioro avanzado y la pérdida de grandes secciones, pero con la intervención a que fue sometida en 1987, por la Oficina del Historiador y el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, se rescató gran parte de la imagen que tenía en del siglo XIX.
Actualmente la planta alta sigue dedicándose a viviendas y en la baja continúa el Café “El Escorial”, pero con una nueva y atractiva decoración interior realizada con obras de arte, y además, podrá disfrutar de un sabroso croissant de jamón y queso y un delicioso café. •

Casa de Beatríz Pérez Borroto - La Fototeca


FOTO: Coralia Rivero


• Es una de las casas coloniales construidas en el siglo XVII, que adquirió su fisonomía definitiva en el XVIII, y su mayor valor consiste, en la coherencia con la que se integra al resto de las fachadas urbanas, a pesar de que es la menos atractiva de la Plaza Vieja.

De su construcción original solo se conservan las dos primeras crujías en ambas plantas y en la restauración que se realizó en el año 1986 por el Departamento de Monumentos de la Dirección de Patrimonio Cultural y por la Oficina del Historiador de La Ciudad de La Habana, se rescataron: la fachada con sus tres arcos en la planta baja, su balcón corrido y la simétrica disposición de las ventanas en la planta alta. En el resto del lugar se edificaron seis apartamentos, de estilo contemporáneo, en torno a su patio central que conserva el encanto de las viejas mansiones coloniales.

Actualmente en esta casa se encuentra la Fototeca de Cuba fundada en 1841, donde se archiva, conserva y restaura el patrimonio fotográfico cubano de ayer y de hoy de carácter nacional y universal que guarda más de 100 mil fotografías. Posee una muestra muy discreta de daguerrotipos y ambrotipos y otra de tarjetas postales, tanto de fotografías cubanas como extranjeras. En ella se guardan, además, las colecciones de Joaquín Blez, importante fotógrafo de la sociedad habanera en la primera mitad del siglo XX, así como de otros destacados del arte del lente, como Constantino Arias, Alberto Korda, Osvaldo Salas, Raúl Corrales y Liborio Noval entre otros.

La Fototeca ofrece un centro de información, una biblioteca, hemeroteca y un laboratorio donde se puede revelar o imprimir las imágenes con la presencia de un personal especializado que asesora al visitante. También tiene dos salas de exposiciones para muestras personales o colectivas y en la planta baja, en la Galería Joaquín Blez, donde además de poder apreciar la obra de este artista, funciona una tienda en la cual se pueden adquirir fotografías de importantes autores nacionales, tarjetas postales, catálogos y libros de arte general.

Una de las principales funciones, de este visitado lugar, es promover y estimular la obra de los artistas cubanos del lente. •

La Casa del Marqués de Torres - La Taberna de La Muralla




FOTOS: Coralia Rivero

• Entre las casas importantes que componen la Plaza Vieja, se encuentra la que en la época colonial perteneció, según el doctor Pérez Beato, a don Laureano Torres de Ayala, marqués de Casa-Torres, quien llegó a Cuba en 1708 a tomar posesión del cargo de Gobernador.
Desde la construcción de esta edificación ha pasado por varios cambios, sobre todo después de haber sufrido un incendio en abril de 1894 que la dejó muy dañada. A pesar de eso, se restauró de manera que su arquitectura se integrara al resto de las demás viviendas de la plaza, donde se destaca la doble planta y abierta al exterior a través de portales con arcos, columnas y galerías.
Por muchos años esta casa fue utilizada, como otras de la plaza, en vivienda en la planta alta y en la baja para almacenes y talleres. Después de una gran restauración, por el Departamento de Monumentos de la Dirección de Patrimonio Cultural y por la Oficina del Historiador de La Ciudad de La Habana, se inauguró el 6 de junio del 2003, la Taberna de La Muralla del Complejo Plaza Vieja, Compañía Habaguanex S.A., adscrita a la Oficina del Historiador de la ciudad.
En esta taberna se elabora, con tecnología austriaca, la cerveza Braun, clara y oscura, exclusivamente a partir de maltas (cebada) importadas desde ese país. A esta técnica de avanzada, se une el conocimiento y la tradición cervecera cubana para alcanzar su calidad.
La decoración del lugar está vinculada a la historia y producción de la cerveza, envases usados para esta bebida en siglos pasados, sacos de malta y muebles típicos de tabernas, combinan perfectamente con los tanques cobrizos donde el líquido apreciado espera por los pedidos de los visitantes.
La Taberna de La Muralla se ha convertido, además, en una permanente galería que exhibe las fotos de los encuentros y tertulias de las artes y la literatura con algunas de las figuras más conocidas del mundo habanero, además, se realizan espectáculos artísticos en un ambiente muy acogedor. Muchas de las personas que han visitado la taberna, se interesan por el proceso productivo, que le otorga un atractivo adicional a la casa. •

LA PLAZA VIEJA


FOTO: Ahmed Velázquez


• Llamada en sus inicios como la Plaza Nueva, a mediados del siglo XVI, para convertirse en centro de múltiples significaciones: residencial, comercial, cívico y recreativo, caracterizada por la ausencia de construcciones religiosas o político militar. Se encuentra rodeada por las calles Muralla, Mercaderes, Teniente Rey y San Ignacio, y en ella vivió lo más selecto de la burguesía criolla hasta el siglo XVIII.
Esta plaza fue un lugar importante de experimentación en la arquitectura doméstica criolla, donde alcanzó su pleno desarrollo el tipo de vivienda de dos pisos y techos cubiertos de tejas, que fue introducido en las últimas décadas del siglo XVII, mantenido así, hasta el siglo XIX donde se comenzó a construir la casa con azotea y la sustitución de los balcones de madera por hierro. También se introducen las persianas, lucetas, porta-faroles y otros elementos decorativos de tendencias eclécticas, neocoloniales o influidas por el art nouveau.
En 1835 se terminó en su centro el monumental Mercado de Cristina, en honor a la reina, sustituido en 1908 por un parque que duró hasta el año 1952 y luego se construyó un aparcamiento semisoterrado, que desvirtuó el espacio urbano totalmente. La plaza entra entonces en una etapa de decadencia, producto de actividades que deterioraron su entorno.
A partir de 1978 se comenzó, por el Departamento de Monumentos de la Dirección de Patrimonio Cultural, el anteproyecto de restauración de la Plaza Vieja. Entre los trabajos realizados en los últimos años, por la Oficina del Historiador de La Ciudad de La Habana, los especialistas lograron hacer el pavimento con nuevos adoquines. Además, se construyó una fuente al centro, que es una réplica en mármol de Carrara y constituye una atracción al visitante. Ya en este lugar, antiguamente, existió una que suministraba agua a los vecinos.
Varias edificaciones complementan el atractivo del sitio. Una de las viviendas más antigua del entorno corresponde al lugar donde vivió Don José Martín Félix de Arrate, considerado el pionero de los historiadores habaneros. Otra significativa es la casa de los Condes de Jaruco, entre otras, además de museos, hostales y centros culturales.
Las hermosas edificaciones de alto valor patrimonial, amplios portales con arcadas y comercios de las más variadas formas, conforman el conjunto más armónico de la antigua ciudad. •

jueves, 7 de mayo de 2009

La Lonja del Comercio

FOTO: Coralia Rivero

• En la plaza de San Francisco de Asís, colocado en un lugar privilegiado frente al convento y a la Aduana, se erige la Lonja del Comercio de La Habana, catalogado por el historiador Emilio Roig de Leuchsenring como “uno de los edificios más notables de la primera década del siglo XX.”
Sus orígenes se remontan a 1878, cuando los comerciantes se organizaron en la sociedad privada Lonja de Víveres, y les fue concedido el permiso por el gobernador don Arsenio Martínez de Campos y Antón, para que las reuniones que se efectuaban en el muelle, donde los comerciantes examinaban los productos y acordaban precios, fueran hechas en la casa de la Calle de la Lamparilla.
Fueron varios los lugares que ocupó la Lonja del Comercio, hasta que en el año1903 se lanzó una convocatoria para el nuevo proyecto del edificio y el ganador fue el escultor, poeta y dramaturgo valenciano Tomas Mur El objetivo estético de este proyecto era que las naves que entraran al puerto tuvieran una atractiva vista del comercio en esta plaza.
La compañía norteamericana Purdy and Henderson estuvo encargada de su ejecución, en donde se resaltaron los elementos típicos de la arquitectura renacentista en su fachada, y en los interiores una influencia morisca, por lo cual su diseño arquitectónico no se ciñó a la pureza de un estilo, sino que se le dio un carácter ecléctico. Su estructura está compuesta por seis plantas, un amplio portal con arcadas y una cúpula rematada por la figura en bronce del dios Mercurio, símbolo del comercio, y es una copia de la obra del artista italiano Juan de Bolonia, discípulo y amigo de Miguel Ángel.
Entre Los elementos decorativos se encuentran: figuras humanas, cuernos de la abundancia, timones de barco, anclas, leones, conchas estriadas, entre otras.
En una ceremonia religiosa y política del 28 de marzo de 1909, y en presencia del presidente de la República José Miguel Gómez, quedó inaugurada la Lonja del Comercio de La Habana.
Con el paso de los años y con el cambio de diversos dueños, el edificio sufrió de transformaciones sucesivas en su interior, que fueron de mal gusto. No obstante, conservó los rasgos fundamentales de su diseño.
En 1995 la Oficina del Historiador de la Ciudad, asumió su restauración y el nuevo modelado de sus espacios para modernas oficinas. Con este fin surgió la sociedad cubano-española Áurea, propietaria e inversionista de la obra.
Hoy la Lonja tiene las características propias de un edificio inteligente por sus servicios automatizados. Los arrendatarios pueden escoger el límite y el diseño de sus oficinas. Además disponen de cafetería con bar, tele-correo internacional, minicentral telefónica y salón para diversas funciones. Todo al servicio de las
firmas comerciales radicadas en Cuba. •

El convento de San Francisco de Asís


FOTOS: Ahmed Velázquez

• Este templo, situado en la plaza del mismo nombre, fue por muchos años la iglesia más importante y elegante de La Habana colonial del siglo XVI.
Su historia se remonta al año 1575 cuando el Cabildo otorga licencia a la Orden Franciscana para que se instalara en la villa, pero como resultado de haber sufrido durante muchos años los embates de varios huracanes, fue demolida en el año 1719. Más tarde fue reconstruida por la actual edificación, consagrada en 1739 por el obispo franciscano Juan Lazo de la Vega y Cancino.
Este conjunto patrimonial, que es el convento con su iglesia, se atribuye al habanero fray Juan Romero como director de obras, mientras que el proyecto de la torre se adjudica al arquitecto José Arcés.
En la edificación de la iglesia se utilizó la típica piedra del litoral, conocida como de Jaimanitas En su fachada tiene tres esculturas de piedra: la Reina de los Cielos, San Francisco de Sales y Santo Domingo Guzmán. Sobre el arco de la puerta mayor, se alza la torre de 42 metros, una de las más altas de la época. En el interior de este recinto, encontramos salas espaciosas, columnas abultadas, claustros, patios y altares. A través de los ventanales acristalados y otras entradas de luces que se distribuyen moderadamente, desde la nave central hacia las laterales, gracias a la notable diferencia de altura entre éstas.
Un portón lateral, también en arco, abre a la plaza frente a la llamada Fuente de los Leones, creando un eje virtual que curiosamente se prolonga hasta el interior del edificio.
El claustro norte del convento consta de tres niveles: el inferior, de cubierta abovedada, y los dos restantes, de viga y tabla de madera. En su patio se encuentran dos grandes aljibes que garantizan el abasto de agua.
El claustro sur, también de tres niveles, está separado del norte por un pasillo que acoge funcionalmente la espléndida escalera —regia por sus proporciones– que intercomunica verticalmente los dos claustros.
En la iglesia se hallaron sepulturas de nobles, generales, gobernadores, el de una virreina del Perú y hasta el cuerpo de algún que otro esclavo. También en las excavaciones arqueológicas del convento, se rescataron objetos de barro, restos cerámicos, mobiliario de la Orden, joyas y otras piezas.
Este templo tras la refundición de los franciscanos, tuvo otras funciones: fue Aduana, Correos y Telégrafos, Ministerio de Comunicaciones y almacenes de mercancías, hasta ser salvada a inicios de los años 90, por la Oficina del Historiador y el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, donde se inicia la intervención salvadora de la iglesia y convento de San Francisco con la contribución financiera de la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Hoy este conjunto arquitectónico es un recinto para la cultura. La iglesia es usada como sala de conciertos, gozando ya de una reconocida popularidad, donde talentosos solistas, agrupaciones extranjeras y cubanas, como la Camerata Romeu, que dirige Zenaida Romeu, han dejado su huella.
El claustro norte del convento acoge una exposición permanente del Museo de Arte Sacro donde se muestran pinturas, esculturas y los hallazgos arqueológicos del edificio, orfebrería religiosa, muebles e imaginería de la época. Los niveles superiores sirven para la exhibición de exposiciones transitorias. El claustro sur se ha proyectado para un conservatorio experimental con todas las facilidades para alumnos y profesores.
En la zona libre entre el convento y la calle de San Pedro (Avenida del Puerto) se halla un jardín con una escultura de la notable misionera Madre Teresa de Calcuta realizada por el artista José Villa Soberón
En el espacio de la capilla de la Tercera Orden se dedica a una pequeña sala de teatro, que ha sido acogida por la compañía infantil La Colmenita, dirigida por Carlos Alberto Cremata y tiene la entrada al público desde la calle Oficios,. Ya en el nivel superior de ese mismo espacio, se instalarán cubículos de estudio, salón de grabaciones, biblioteca y fonoteca, para el disfrute de todos. •

LA PLAZA DE SAN FRANCISCO DE ASIS


• Una de las plazas de la Habana Colonial, elemento importante del paisaje urbanístico, fue la más popular por estar relacionada con la vida económica de la Villa y ella es la de San Francisco de Asís.
Cuando el ingeniero Cristóbal de Roda levantó su histórico plano regulador de La Habana en el año 1603, las aguas de la bahía de La Habana se adentraban en esta zona de la actual plaza, hasta la calle de los Oficios.
En 1628, se acuerda hacer una plazoleta, muy cerca de la Aduana, por la necesidad de abastecer de agua a las armadas y las flotas, además de disponer de un espacio para depositar las mercancías desembarcadas y así no obstruir la calle.
El nombre de esta plaza se debe al convento de San Francisco de Asís ubicado en este lugar desde finales del siglo XVI y donde cada año, el día 3 de octubre, se comenzaban a celebrar las populares ferias de dicho santo, que se realizaron hasta el año 1841, cuando se decretó la secularización del convento franciscano.
Años mas tarde, la plaza va adquiriendo mayor auge comercial en la vida de la ciudad, construida al estilo barroco y donde residieron el Gobernador y la aristocracia habanera. En ella se instalaron archivos e instituciones gubernamentales que permanecieron aquí desde finales del siglo XVII hasta que se trasladaron a la Plaza de Armas en el 1791.
En 1836 se instaló en ella la fuente de los Leones, obra del italiano Gaggini y obsequiada a La Habana por Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva.
Una de las edificaciones construidas en el siglo XX , frente al convento, es la Lonja del Comercio donde se realizan las operaciones mercantiles de la zona.
La plaza de San Francisco, en las calles Oficios y Amargura, vuelve a tomar vida gracias a las obras de restauración en el Centro Histórico y hoy es uno de los lugares más bellos y concurridos, donde algunas jóvenes que cumplen 15 años y las parejas que se casan, se fotografían aquí en busca de su paisaje. También se puede disfrutar de paseos en coches, degustar en el restaurante Café del Oriente o sencillamente transitar por sus más bellos rincones. •

Colegio de San Francisco de Sales - Restaurante La Mina


• En la esquina de las calles Oficios y Obispo, en la Plaza de Armas, se encuentra una edificación conocida como el colegio de San Francisco de Sales.
En este lugar se fundó en el año 1688 el primer colegio de niñas de la ciudad por don Diego Evelino de Compostela, obispo de Cuba. Por aquella época el edificio no hacía esquina pues lindaba con la residencia de dicho prelado y con la casa esquina de don Joseph Muñoz o Núñez.
Ya en el año 1758, el obispo don Pedro Morell de Santa Cruz, adquirió la casa de don Joseph que en esa época pertenecía a Las Catalinas, y la del colegio, para unificarlas con el propósito de convertir este lugar en un Palacio Episcopal. De estos acontecimientos es probable que la calle Obispo lleve ese nombre por el tránsito diario de este prelado entre su casa y la iglesia principal de la ciudad, es decir, la Parroquial Mayor de San Cristóbal de La Habana (demolida), que ocupaba parte del área actual del Palacio de los Capitanes Generales.
Durante ese tiempo, el obispo Morell realizó varias mejoras en este edificio de arquitectura mudéjar renacentista, que fueron: la reedificación del ala oeste al añadirle las arcadas de las tres plantas, la adición de un segundo piso en el lado sur, etc.
El tratamiento decorativo de las fachadas, los niveles de los balcones y la carpintería de sus puertas, nos demuestran la fusión de estas edificaciones.
Lo más notable del edificio es su patio claustral, rodeado de galerías por sus cuatro lados, donde podemos apreciar, la reconstrucción integral y un efecto de unidad arquitectónica.
Este actual monumento quedó compuesto por tres edificaciones —después de las obras realizadas por Morell—, donde vemos en su conjunto y algunas diferencias, la impronta de su devenir histórico.
Entre los años 1884 a 1889 sufre —además de los cambios anteriores—, la más trascendental alteración desde el punto de vista estilístico, pues se sustituyen sus techumbres moriscas por azoteas y otra planta en el ángulo oeste.
En la segunda mitad del siglo XIX, aproximadamente, regresa el colegio que se encontraba al lado en la casa del obispo, para su nueva residencia y permanece allí hasta el año 1887 en que se traslada a la calle Baratillo por el motivo de las referidas modificaciones.
El arzobispado de La Habana en 1917 adquiere una gran área de terreno , en la estancia Tamarindo, en Marianao, para fabricar un nuevo colegio, por lo que abandonan definitivamente la casona de Oficios y Obispo. Esto trajo como resultado que el edificio quedara convertido en casa de inquilino o vecindad —donde vivían familias humildes— que hasta 1959 estuvo ocupada por 44 núcleos familiares a los que se le añadían en la planta baja nueve locales comerciales.
Después del plan de restauración en la planta alta continúan viviendo algunas familias, luego de mejorar sus condiciones espaciales y ambientales y en la planta baja se brindan servicios sociales tales como: barbería, carnicería, el bar-restaurante La Mina, donde se ofrece una gran variedad de menús típicos Cubanos, como los tamales, frijoles negros con arroz blanco y cerdo asado, así como el famoso Mojito o Daiquiri; la Casa de la Natilla, la Casa del Agua La Tinaja, la Casa del Tabaco, entre otros, todos de una exquisita decoración y ambientación colonial de gran atracción para el público. •

El Templete


• Según la tradición, porque no existen documentos que así lo prueben, bajo la ceiba de este lugar se ofreció la primera misa y se constituyó el primer Cabildo.
En 1754, el Capitán General Francisco Cajigal de la Vega, erigió una columna de tres caras rematada en lo alto con una pequeña imagen de la virgen del Pilar, en el mismo sitio donde estuvo la primitiva ceiba que se secó en aquella época, y es por ese motivo, que se han sembrado varias hasta la que tiene actualmente.
Con el fin de conmemorar la fundación de la villa de San Cristóbal de La Habana, durante el gobierno de Francisco Dionisio Vives, se construyó y se inauguró el 19 de marzo de 1828 el edificio El Templete, llamado así por su semejanza indudable con los pequeños templos de la Grecia clásica. En su interior, de pequeñas dimensiones, se encuentran tres grandes lienzos ejecutados por el pintor francés Juan Bautista Vermay, fundador de la Academia de pintura de San Alejandro. En ellos se presentan la primera misa y el Cabildo y el otro se refiere al acto de inauguración de la edificación con la imagen de las personalidades coloniales y de la sociedad que asistieron al lugar.
Nuestra capital celebra anualmente entre el 15 y el 16 de noviembre, según la costumbre, el aniversario de la fundación de la ciudad, la cual fue fundada en el año 1519.
Cada año los festejos conmemorativos comienzan a las 11 de la noche, donde los libros de Actas Capitulares, que datan del año 1550 y las Mazas del Cabildo, labradas por el orfebre mestizo Juan Díaz en el año 1632, acompañan a una comitiva presidida por el Historiador de la Ciudad hasta El Templete.
La noche se ilumina con las luces multicolores de los fuegos artificiales, y en este lugar, bajo la ceiba histórica, se realizan varias actividades de gran atracción. Los asistentes se organizan en una larga fila para dar tres vueltas alrededor de la ceiba colocan una de sus manos en el tronco, lanzan monedas y piden un deseo, y así de esta forma, se revive una tradición que se repite en el tiempo. •

El Palacio de Segundo Cabo


• El primer edificio civil en donde aparece el tipo de decoración barroca que caracteriza las construcciones habaneras de fines del siglo XVIII, es la Casa de Correos o Palacio del Segundo Cabo, en la Plaza de Armas.
La construcción de esta obra fue dirigida por el ingeniero cubano Antonio Fernández Trebejos y quedó terminada por los años 70 del mismo siglo.
El portal de este edificio tiene una hermosa arcada de clásica pureza; el piso alto agrupa las tres ventanas centrales y las dos de cada lado por medio de cuatro pilastras; la portada está flaqueada de columnas gigantes dispuestas en ángulo y coronada por una magnífica guarnición que envuelve al escudo central . A través de ella se ve el pequeño patio cuadrado, rodeado de arcadas rebajadas que se apoyan en columnas y pedestales formando una composición de neto carácter andaluz, además, posee un destacado efecto de profundidad logrado por la sucesión de los elaborados arcos mixtilíneos en el zaguán y en la escalera que le imprimen una característica expresividad.
Este edificio fue la Real Casa de Correos hasta el año 1820 y después se establecieron en él la Intendencia Contaduría y Tesorería General del Ejército y a mediados del siglo XIX las oficinas del Subinspector Segundo Cabo, por lo cual pasaron entonces las de Correos a una casa en la Plaza de la Catedral, la del marqués de Arcos.
Este edificio cambió sucesivamente de funciones. Con el advenimiento de la República se instaló allí el Senado en 1902, el que más tarde pasó al Capitolio en 1929. Por tal motivo, se destinó el palacio al Tribunal Supremo de Justicia, para lo que se hicieron en él obras de restauración. Posteriormente, pasó a ser sede de las academias: la Historia de Cuba, la de Geografía de Cuba, la de Bellas Artes y la de la Lengua Española. Después de las academias estuvo la Comisión Nacional de Monumentos hasta 1965 en que lo ocupó el Consejo Nacional de Cultura hasta la creación del Ministerio de Cultura, cuando pasó a ser sede del Viceministro de Economía de dicho Ministerio.
A partir de 1967 surge el Instituto Cubano del Libro y es donde actualmente se realizan distintas actividades como presentaciones y venta de libros, conferencias, exposiciones y encuentros con los autores. •

Palacio de los Capitanes Generales




• Como símbolo de poder y prosperidad de la colonia española se levanta majestuoso una de las obras arquitectónicas más bellas que se edificaron en Cuba a finales del siglo XVIII. Los caleseros pasaban despacio y sin hacer ruido por la calle del edificio hecha de adoquines de madera y así no interrumpían la siesta del General Tacón quien ordenó colocarlos con esa finalidad.
La antigua Casa de Gobierno, Palacio Municipal y Cárcel, más conocido como Palacio de los Capitanes Generales, formó parte del proyecto general de remodelación de la Plaza de Armas que se inició bajo el gobierno del marqués De la Torre en el año 1773.
Antes de finalizar el año 1776 ya se había comenzado la construcción del edificio, que comprendía las Salas Capitulares, la residencia del Gobernador y la Cárcel pública, cuyas obras se prolongaron hasta 1791. Una segunda etapa de la construcción, tuvo lugar en 1835 bajo el gobierno del general Tacón, cuando desalojada la parte posterior ocupada por los presos, se encargó al Coronel Manuel Pastor el reconocimiento de esta parte remodelada, de modo que quedara ampliada la vivienda Gobernador.
El frente de la cárcel daba por la calle Mercaderes, estaba pobremente trazado, sin órdenes arquitectónicos y con pequeñas ventanas fuertemente enrejadas. El coronel mandó a agrandar las ventanas, introdujo balcones y continuó las cornisas hasta darle la espléndida unidad exterior que hoy tiene.
Este palacio fue construido de piedra conchífera local, de textura áspera. Otros materiales de uso corriente, como maderas, cal, arena, etc., fueron suministrados por distintos contratistas de esta plaza, pero los materiales y elementos de mayor importancia fueron importados de España e Italia. De Málaga vinieron los ladrillos; de Bilbao se trajeron las magníficas rejas; los mármoles, principalmente las losas de piso, vinieron de Génova; otro renglón que se trajo de España fue la ferretería.
El edificio tiene un estilo arquitectónico barroco semejante a la Casa de Correos o Palacio del Segundo Cabo. La robusta arcada de un ritmo riguroso es de carácter muy romano; el piso superior, en cambio, es de franco matiz barroco, las columnas no se repiten en todos los tramos, sino que se han dispuesto con un original ritmo barroco. El patio en su composición de arcos, se mantiene dentro del marco del Primer Renacimiento comparable a los mejores castellanos y genoveses, y en el está un monumento alegórico a Cristóbal Colón que es centro de atracción de este lugar. Las airosas guarniciones mixtilíneas de las ventanas llevan una importante función estética, ya que no sólo realzan, sino que evitan el efecto de pesantez.
El proyectista de la obra estuvo muy acertado enalteciendo la personalidad del edificio, que por su contraste de luces en la fachada, dentro de cierta tendencia a jerarquizar la horizontalidad y equilibrio del conjunto, estaba llamado constituir el punto focal de la plaza.
Desde 1791 fue Casa de Gobierno hasta 1898 y su primer residente fue Don Luis de las Casas y Aragorri, Capitán General de la Isla de Cuba. A partir de 1899 y hasta 1902 fue sede del gobierno interventor de los Estados Unidos. Luego, hasta 1920, fue Palacio Presidencial de la seudorrepública; desde esta fecha, hasta el triunfo de la Revolución fue el Ayuntamiento de La Habana, y hasta 1967 fue Junta Central de Planificación y Ejecución de Inversiones.
El Palacio de los Capitanes Generales es hoy sede del Museo de la Ciudad de La Habana gracias a la Revolución que cumplió un anhelo histórico aplazado durante más de 50 años.
En este museo se preservan para las generaciones futuras: documentos, cuadros, banderas, objetos valiosos de patriotas cubanos, legítimos testimonios mudos de la cruenta y larga lucha de nuestro pueblo por su emancipación y además toda la real opulencia de la aristocracia colonialista española.
Cada día este museo es visitado por muchos turistas, que mientras pasan por sus distintas salas, también viajan por su historia. •

El castillo de la Real Fuerza





• Lleno de historia y hermosas leyendas, surge majestuoso, en la Plaza de Armas, una de las obras que integran el conjunto arquitectónico del continente de la etapa colonial española.
En 1521, un florentino al servicio de la Corona francesa, Juan de Verrazano, llegó hasta las aguas caribeñas y capturó parte del tesoro del emperador azteca Moctezuma, que el colonizador Hernán Cortés enviaba al Rey español Carlos V.
Esta presa extraordinaria que cayó en poder de Francia, provocó que los mares del Nuevo Mundo, especialmente el Caribe, se llenaran súbitamente de corsarios y piratas. Ante el evidente traslado de los conflictos europeos a tierras americanas, los habitantes de las villas comenzaron a pedir la fortificación de éstas. Por ello, en 1526, el Consejos de Indias ordenó que se efectuaran estos trabajos en todas las poblaciones costeras.
Los primero ataques piratas se produjeron en Cuba en 1537, cuando en dos ocasiones, fue atacada en el puerto de La Habana la flota procedente de Veracruz. En 1538 los corsarios franceses atacaron a Santiago de Cuba, pero al ser rechazados se dirigieron a La Habana, donde saquearon las viviendas, la iglesia y quemaron la primitiva villa.
En el año 1539 se construye la primera fortificación de La Habana llamada “Fuerza Vieja” pero era de poca capacidad defensiva.
A partir de 1541, quedó implantada la comunicación por flotas entre América y España. La Habana se convirtió en el punto de reunión de todos los navíos que tenían valiosas cargas. De este modo la situación se hizo en extremo peligrosa para los habitantes de la villa.
Sólo después de 1555, cuando Jacques de Sores ataca y saquea la ciudad y destruye la “Fuerza Vieja”, la evidencia del hecho no permite dilatar más la cuestión de una nueva defensa para la ciudad.
Una Real Cédula del 9 de febrero de 1556, ordenaba al nuevo gobernador la construcción de otra fortaleza: el Castillo de la Real Fuerza.
Las obras comenzaron oficialmente el primero de diciembre de 1558, dirigidas por el ingeniero Bartolomé Sánchez, enviado de España para este fin. Luego de las dificultades y de infinitas dilaciones y pleitos, ya en 1560 continúa la obra Francisco Calona. Tras varios años de trabajo, fue concluido el 27 de abril de 1577.
Este castillo trazado sobre relaciones geométricas cuidadosamente calculadas, marca un primer y claro anuncio del diseño militar renacentista que en poco tiempo se extendería por todo el continente.
En 1632 su torre fue levantada por orden del gobernador Juan Bitrián de Viamonte quién mandó a colocar en lo alto de la misma una estatua de bronce de 107 centímetros de altura llamada Giraldilla, considerada como símbolo de la Ciudad de La Habana, obra del escultor habanero Jerónimo Martínez Pinzón.
Este castillo situado entre la calle O’Relly y Avenida del Puerto, es considerado como la fortaleza colonial más vieja de América y es, entre otras, una de las obras del patrimonio Mundial de la UNESCO. Allí se expone una interesante colección de armas de épocas diversas, el Museo de Armas. Otras de las atracciones que ofrece es un amplio panorama de la cerámica artística cubana con obras de Wilfredo Lam, Amelia Peláez y Mariano Rodríguez, entre otros. •

LA PLAZA DE ARMAS


• SI algo nos puede hacer soñar que viajamos en el tiempo y sentir la sensación de estar en la época colonial, es la plaza más antigua de la ciudad, La Plaza de Armas, donde invita a cada visitante, a conocer su historia…
En el primer espacio abierto, destinado a la plaza, se encontraban las casas
de los primeros vecinos —simples bohíos—, la iglesia de piedra y tejas que se reconstruyó en 1550 y el castillo de la Real Fuerza.
En 1586, las Actas capitulares del Ayuntamiento hablaban de la necesidad de ampliar su espacio y diversas circunstancias lo favorecieron. Entre ellas, la noticia de los ataques perpetrados por el almirante inglés Francis Drake a las ciudades de Santo Domingo, en la República Dominicana y Cartagena de Indias, en Colombia.
En 1773, el Gobernador y Capitán General marqués De la Torre, propone al Cabildo el plan concertado de reconstrucción de la Plaza de Armas. Estas obras fueron bien acogidas por la Corona que las consideró “útiles y convenientes al real servicio, al beneficio público y al adorno de la ciudad”. El plan general fue prontamente puesto en ejecución.
La Plaza de Armas se convirtió en el centro cívico de la población gracias a las transformaciones de que fue objeto, que incluyeron, la terminación y la construcción de los dos edificios públicos más relevantes de la época colonial: la Real Casa de Correos —obra ya comenzada en el año 1770— más conocida como el Palacio del Segundo Cabo y a continuación del castillo de la Real Fuerza, la Casa del Cabildo —Palacio de los Capitanes Generales— que ocupa todo el lado Oeste, donde se alzaba la iglesia que fue dañada severamente en el año 1741 por la explosión del navío “El Invencible”, por tal motivo fue demolida.
Ya en 1776, la plaza se amplió a las dimensiones actuales y después de varios cambios en el trazado de su parque, en el año 1929, fue reconstruida siguiendo el diseño que tuvo anteriormente.
En la Plaza de Armas se han realizado muchas obras de reconstrucción y revitalización, podemos citar: el adoquinamiento de sus calles, el Instituto del Libro, el Museo de la Ciudad de La Habana, el Museo Nacional de Historia Natural, el Templete, el hotel Santa Isabel, la apertura de servicios a la población como el restaurante La Mina, la Casa del Agua, la Casa de la Natilla, entre otros.
La esmerada labor de los constructores y especialistas, ha hecho que se puedan rescatar los valores arquitectónicos, históricos y urbanísticos que son un aporte a la cultura universal. •

sábado, 2 de mayo de 2009

La Casa del Marqués de Aguas Claras


FOTO: Coralia Rivero


• Cada rincón de la Plaza de la Catedral invita a descubrir, a cada paso, sus encantos arquitectónicos y la riqueza de su historia.
A mediados del siglo XVIII, antes de 1751, fue construida esta casa por Sebastián Peñalver y Angulo, regidor y alcalde ordinario. En 1775 se terminó la obra estando entonces en poder de la misma, Antonio Ponce de León, primer marqués de Aguas Claras, por cuyo nombre se conoce actualmente.
En 1870 la adquirieron los condes de San Fernando de Peñalver, y a fines del siglo, estaba establecido en ella el colegio San Isidro el Labrador, que dirigía el distinguido educador Eufrasio Fernández.
Esta casa, a excepción de la forma común de las viviendas habaneras, carece de vestíbulo y pasa directamente del portal a la galería del patio.
En su fachada hacia la plaza, tiene una gran puerta que es su entrada principal, además, el portal que posee, al igual que las casas del marqués de Arcos y la de Lombillo, contribuye a cerrar las perspectivas de las calles.
El patio interior de esta vivienda habanera se caracteriza por su matiz andaluz, rodeada de arcadas para facilitar la iluminación y ventilación a las habitaciones. En él se encuentra una bella y refrescante fuente entre la vegetación, que atrae la atención de todos.
Esta residencia colonial fue la última que se construyó de las cuatro grandes viviendas que caracterizaron el entorno de la Plaza. En ella podremos disfrutar del restaurante “El Patio” con comida internacional, una cafetería y un bar, muy concurrido por los visitantes que acuden a la Plaza de la Catedral, atraídos por su belleza arquitectónica y su interés histórico. •

Casa del Marqués de Arcos




• Esta casa fue la más interesante de la Plaza de la Catedral a principios del siglo XVIII, habitada por el doctor Francisco Teneza, a quien la Corona Española confirió el título de Protomédico de La Habana. El día 6 de mayo de 1707 solicitó y obtuvo un permiso para fabricar portales a su casa, aparentemente de una sola planta.
Luego de fallecido Teneza, la casa fue adquirida por don Diego Peñalver y Angulo, tesorero oficial de la Real Hacienda, quien emprendió su reconstrucción y la hizo de dos plantas. Al propio tiempo y con objeto de ampliar su propiedad, compró otras casas del lado opuesto al callejón, llamado entonces “del doctor Teneza”, que comunicaba la plazuela de la Ciénaga —hoy Plaza de la Catedral— con la calle Mercaderes.
De don Diego pasó la casa a su hijo Ignacio Peñalver y Cárdenas, quien en 1792 recibió el título de Marqués de Arcos, e hizo luego por ella algunas modificaciones con el fin de instalar allí la Tesorería, por ser tesorero como lo había sido su padre. Pero estas modificaciones, principalmente la introducción de sendas ventanas en los tres arcos superiores, fueron rectificadas al hacerse la restauración de esta plaza en 1933, por la Secretaría de Obras Públicas.
A mediados del siglo XIX, los marqueses Arcos pasaron a habitar una mansión aún mejor dando lugar a que posteriormente, la casa fuera ocupada por las oficinas de Correos, luego la sociedad Liceo Artístico y en estas vicisitudes, vino a parar, como tantas otras de la época colonial, en casa de vecindad, que dio como resultado el deterioro de la misma.
La fachada que da a la plaza presenta una agradable asimetría no común en las casas coloniales cubanas de esa época.
El balcón, sostenido por grandes palomillas de hierro, posee un espléndido barandaje de bronce de puro estilo Luis XV, que suplanta al anterior, presuntamente de madera.
La entrada principal de esta casa se encuentra por la calle Mercaderes, a pesar de ser el frente de la plaza el más conocido. El patio está rodeado de arquerías bajas y altas apoyadas en columnas y está pavimentado con losas de piedra de San Miguel, como convenía para el movimiento de los carruajes y otros menesteres del servicio doméstico.
La escalera, obra de gran monumentalidad, calculada como las de los grandes palacios italianos del Renacimiento, tiene cuatro ramas y se encuentra en un amplísimo y elevado recinto que facilitaba y teatralizaba el desfile de damas y caballeros con sus lujosos atavíos.
Durante más de veinte años la Casa del Marqués de Arcos albergó, en la planta baja con frente hacia la plaza, al Taller Experimental de Gráfica de La Habana que desde hace ya un tiempo se trasladó para el Callejón del Chorro.
En estos momentos se trabaja en la restauración de esta joya arquitectónica para recuperar sus pinturas murales, carpintería y herrería a su antiguo esplendor. Después de restaurada, su planta baja se convertirá en un corredor comercial para enlazar la calle Mercaderes y la Plaza de la Catedral. •

El Callejón del Chorro




FOTOS: Coralia Rivero

• Muchos de los que visitan la Plaza de la Catedral les llama la atención el callejón situado en una de sus cuatro esquinas. Allí podemos encontrar lo que constituyó la construcción más importante del siglo XVI, no solo por los recursos que en ella se invirtieron, sino por la importancia de abastecer de agua a la población.
La Villa de La Habana se encontraba en proceso de reedificación cuando fue saqueada e incendiada por piratas franceses en el año 1555. Por tal motivo, se demostró especial interés en construir la Zanja Real, canal abierto que conduciría, desde el río de la Chorrera, conocido en nuestros días como río Almenares, las aguas indispensables al interior de la villa, lo que luego fue el recinto amurallado. Además, tuvo el mérito de haber sido la primera obra de su tipo realizada por los españoles en el Nuevo Mundo.
Para costear tan costoso empeño, se le impuso a los navíos que arribaran al puerto, el impuesto llamado Sisa de Zanja, por Real Acuerdo en el año 1562.
Alrededor del 1587, el gobernador emprendió la tarea de construir un aljibe, captando un ojo o madre de aguas, que aún siglos después, serían empleadas en la primera Casa de Baños Públicos que se encuentra al lado de la Casa del marqués de Aguas Claras. Esta residencia de poco interés arquitectónico, fue retocada con detalles coloniales al ser restaurada la plaza y en ella se encuentra actualmente la Galería Víctor Manuel, donde se venden artesanías y obras de artistas plásticos cubanos de reconocido prestigio.
El canal se concluyó en 1592 y el segundo ramal del mismo fue a desembocar en el lugar que hoy conocemos como el Callejón del Chorro en la Plaza de la Ciénaga, hoy de la Catedral.
No obstante a todo lo anterior se supone que en este lugar se hicieran obras de desecación, relleno y pavimentación, para permitir que los vecinos de la ciudad se establecieran de manera definitiva.
Para conmemorar este acontecimiento, el Capitán General Juan de Tejeda mandó a colocar una lápida que se encuentra actualmente en la esquina de la Casa de Baños en el Callejón del Chorro, en ella podemos aún leer: “ESTA AGVA TRAXO EL MAESSE DE CAMPO JVAN DE TEXEDA ANNO DE 1592”, cuya traducción es la siguiente: “Esta agua la trajo el maestro de campo Juan de Tejeda en el año de 1592” •

Casa de Don Luis Chacón- Museo de Arte Colonial


• EL centro histórico de La Habana Vieja, monumento nacional desde 1976 y patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1982, cuenta con una de las residencias más antigua, conservada en la Plaza de la Catedral, debido a que no ha sufrido reconstrucciones que alteren sustancialmente su exterior.
Esta casa señorial habanera fue reconstruida a principios del siglo XVIII y se encontraba en posesión de don José Bayona y Chacón, primer conde de Casa-Bayona (1721). Años más tarde, en 1746, habitaban en ella doña Luisa y don Nicolás Chacón, que después de vivir varios años en este lugar les fue concedido un permiso para construir los portales de la misma, pero nunca llegaron a realizarse.
Esta residencia presenta muchos aspectos interesantes: su construcción colonial primitiva de poca elevación comparada con las circundantes; sus ventanas sin molduras y la severa cornisa de su alero, ponen una nota de sobriedad y de criollismo en uno de los costados de la Plaza.
El patio pequeño y cuadrado, pero atractivo, está rodeado de galerías que debido al moderado puntal, tienen arcos rebajados en el piso bajo, y un arquitrabe corrido en el alto, unos y otros apoyados en pilares cuadrados toscanos. Detrás del patio hay un pequeño traspatio y los consiguientes locales de servicio con entrada por la calle San Ignacio. Finalmente, algunos de los alfarjes —techo con maderas labradas y entrelazadas artísticamente— de la casa, decorados con tallas y lacerías, figuran entre los más bellos del siglo XVIII.
Como otras casas de la época colonial, ésta ha atravesado muchas vicisitudes. De casa de familias acaudaladas pasó a principios del siglo XIX a propiedad del Colegio de Escribanos; en los primeros años de la República se estableció en ella el popular diario “La Discusión”, y luego la adquirió la firma comercial “Arechabala” para sus oficinas.
Esta edificación, después de ser restaurada por técnicos y especialistas en la materia, fue designada como sede del Museo de Arte Colonial de La Habana. En ella podrá apreciar objetos de decoración y arquitectónicos, mobiliarios y vidrieras, cuyo uso data de los siglos XVII al XX. En sus salas siempre encontrará elementos importantes de una cultura que se conserva para las nuevas generaciones. •

El Palacio del Conde Lombillo


FOTO: Coralia Rivero

• En el lado Este de la Plaza de la Catedral que hace esquina a la calle de Empedrado, por donde tiene su entrada principal, está la casa del conde Lombillo, con un largo historial, donde sólo es posible señalar los puntos más importantes.
Su propietario en el comienzo del siglo XVII fue Alonso Hernández de Ayones, luego le siguió don José Pedroso y Florencia, quien instaló una fábrica en su interior y construyó casas altas y bajas haciendo esquina a Mercaderes y a la plaza. Más tarde, el Cabildo le concedió una parte más de terreno y el derecho a fabricar portales. De este modo la casa de Pedroso asumió la forma en que la vemos hoy, a excepción de los balcones que debieron ser de madera.
En 1871 la casa fue adjudicada a doña Concepción Montalvo y Pedroso, casada con don José Lombillo, en cuya familia recayó el título de conde de Casa-Lombillo y de ahí que se le conozca impropiamente como la casa del conde de Lombillo.
Su hermano era el tercer conde de este título, pero no se sabe que habitara en este lugar.
La entrada principal conduce a un zaguán —vestíbulo— de cuyo extremo posterior comienza la escalera, más allá de la cual hay un patio relativamente pequeño —sin duda, como en otros casos— por ser la casa de esquina con amplia iluminación y ventilación desde el exterior; la entrada por la plaza tiene también un zaguán que conduce al mismo patio, el cual constituye así un elemento de comunicación entre ambas entradas. Las dos tienen guarniciones típicas del barroco primitivo, formadas por columnas que llenan cabalmente la finalidad arquitectónica de destacar las entradas.
En el interior, algo irregular, denota la antigüedad y vicisitudes de la fábrica, pero es muy característico y de mucho interés.
Durante varios años este palacio ha sido utilizado para varias funciones, Después de una gran remodelación, se encuentra hoy en ella, la sede de la Oficina del Historiador de la Ciudad del doctor Eusebio Leal Spengler, donde ya en el año 1947, fue de su predecesor Emilio Roig de Leuchsenring.
Se encuentran también, el Plan Maestro de Revitalización Integral del Centro Histórico, compuesto por un grupo de arquitectos, sociólogos, psicólogos, entre otros, que atienden las obras de restauración; las salas de exposiciones, donde se realizan varias actividades culturales, como la presentación de la revista Opus Habana, que tiene sus oficinas de redacción en este mismo lugar. •

viernes, 1 de mayo de 2009

LA PLAZA DE LA CATEDRAL

FOTO: Alberto Borrego

• La legendaria ciudad intramuros, musa de poetas y cronistas, inspirados en su historia, leyendas y arquitectura, posee una de las principales plazas que todo visitante debe disfrutar: la Plaza de la Catedral.
Durante el siglo XVII y la mayor parte del XVIII fue conocida como la Plazuela de la Ciénaga, debido al estancamiento en esta zona de las aguas pluviales que en distintas corrientes descendían de la ciudad a la bahía.
Este lugar pequeño y cerrado lo integra un conjunto de elegantes casonas de la aristocracia de la época, atraídos por el elevado rango adquirido por la primitiva iglesia del Colegio de los Jesuitas, y es la máxima expresión del período barroco de la arquitectura colonial que con sus solemnidades religiosas caracterizaban el lugar.
El conjunto arquitectónico está comprendido por la iglesia Catedral, la Casa de Don Luis Chacón, Conde de Bayona; Casa del Marqués de Aguas Claras; Casa del Conde de Lombillo; Casa del Marqués de Arcos y otras que de modo ostensible también se integran.
La Plaza de la Catedral, ha sido escenario de diversos sucesos de carácter histórico, político y social. En ella se reunían hombres acaudalados del siglo XVII a comentar los éxitos económicos de la factoría, también, se ejecutaron danzas y representaciones rituales de negros esclavos y libertos que partían de la cercana Plaza de Armas en la procesión del “Día de Reyes”. Los artesanos, comerciantes, creadores de todas las manifestaciones del arte y las letras, se congregaban en esta Plaza, considerada la más atractiva y armoniosa del continente.

IGLESIA CATEDRAL DE LA HABANA

Su construcción comenzó en el año 1748 como iglesia jesuita y fue convertida en Parroquial Mayor en 1777, más tarde pasó a ser Catedral de La Habana en 1788.
Su carácter barroco está dado, no por la ornamentación esculpida, sino, por el movimiento de la fachada, las paredes curvas a ambos lados de la puerta central, el empleo de líneas ondulantes y quebradas, la presencia de columnas sesgadas y el uso de espirales en la cornisa que, además, constituyen un punto de partida para la decoración de portadas de numerosas viviendas habaneras de la época.
Su interior fue techado originalmente por bóvedas de madera, pero en el siglo XIX fue cubierto de un revestimiento en yeso el cual simula bóvedas góticas decoradas al modo de las iglesias de Europa. El piso original era de losas de piedra característico del siglo XVIII y en 1820 se reemplazó por mármol.
Esta iglesia guarda muchos secretos que con el tiempo se han ido descubriendo. En ella se encuentran, antiguos sepulcros, las firmas de miles de manos sobre las paredes, huellas de la esclavitud y el arte.
Hoy día es visitada por muchos turistas atraídos por ser una magnífica obra, que con su imponente presencia, domina el conjunto. •