viernes, 31 de julio de 2009

Casa de Félix Arrate - Museo de Naipes



FOTOS: Coralia Rivero

• La edificación más antigua de todas las casas de la Plaza Vieja, data del siglo XVII y representa la expresión temprana del tipo de vivienda que caracteriza las construcciones que enmarcan la Plaza Vieja, por poseer doble planta, donde en la alta, se destina a vivienda y la baja a comercios. Está abierta al exterior hacia la plaza con portales, balcón y galerías.
En la segunda mitad del XVIII, la habitó el notable historiador habanero José Martín Félix de Arrate (1701-1765), considerado el pionero de los historiadores habaneros y quien fue regidor perpetuo del ayuntamiento en 1734 y en 1752 fue nombrado alcalde ordinario.
Esta casa como las demás de la plaza sufrió muchísimo el deterioro en su estructura antes de 1959, ya a partir de 1978 se comenzó por el Departamento de Monumentos de la Dirección de Patrimonio Cultural, el anteproyecto de restauración de la Plaza Vieja.
La gran labor, en todos estos años, de los especialistas de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana han logrado rescatar y convertir este recinto en un interesante y atractivo Museo de Naipes Marqués de Prado Ameno.
El museo posee un fondo con más de 2000 piezas, donadas por la Fundación Cultural Diego de Sagredo, de España. En sus salas se exhiben barajas, postales y otros objetos relacionados con los naipes. Los hay para coleccionar en diversas temáticas, como Arte, Historia, Ciencias, infantiles, deportes, costumbrismo y de adivinación, que son los llamados Tarots, y están organizados teniendo en cuenta lo más representativo de cada país.
El museo organiza talleres, conferencias y encuentros acerca del tema o relacionados con él, al tiempo que facilita el disfrute de su ludoteca por niños, jóvenes y adultos mayores del Centro Histórico de La Habana. Posee, además, un importante fondo bibliográfico acerca de la temática de los naipes que puede ser consultado por el público interesado.
Observando las barajas, usted enriquece sus conocimientos y realiza, a través de la cultura que poseen, un viaje imaginario a otros mundos. •

La Fortaleza de La Cabaña



FOTOS: Ahmed Velázquez

• Con setecientos metros de largo y una extensión de diez hectáreas, es sin duda la mayor y más formidable de las fortalezas que los españoles construyeron en el Nuevo Mundo.
Se comenzó la obra en noviembre de 1763, por el maestro Pedro de Medina, fue dirigida por el ingeniero Silvestre Abarca, y le dieron el nombre de San Carlos en honor al rey Carlos III de España.
El proyecto de construcción tuvo el mérito de ajustarse perfectamente al terreno natural donde se levanta, dándole una fisonomía no encontrada en otra parte del mundo. Su estructura es la de un polígono con baluartes, tenazas, revellines, foso, camino cubierto y vastos cuarteles y almacenes. Su figura asemeja a un águila con las alas extendidas, que a simple vista, este fuerte parece tener dos partes iguales, pero en realidad no es así pues sus dimensiones tuvieron en cuenta las zonas de más fácil acceso para el enemigo. Fuera del recinto amurallado aparece un enorme foso donde, dentro de él, se proyectaron dos terrazas, la de San Antonio a la izquierda y el de San Agustín a la derecha.
En los fondos de referencia del Archivo Nacional de Cuba aparece un libro titulado Proyecto de defensa de la Plaza de La Habana y sus Castillos, de Silvestre Abarca, donde se detalla minuciosamente todo el equipamiento de la Fortaleza de La Cabaña con municiones de guerra y con abundantes cañones para abastecer por seis meses a unos 3 000 hombres divididos en artilleros y tropa en general; esto demuestra lo colosal de la obra y su gran seguridad ante cualquier ataque enemigo de la época.
Se le considera también un fiel exponente del cambio de los sistemas defensivos experimentados en el siglo XVIII, debido a los progresos de la artillería, como la aplicación de los nuevos conceptos del ingeniero francés Vauban.
La construcción de la obra concluyó en el año 1774 y tuvo un costo de 14 millones de pesos. Se cuenta que el rey Carlos III al enterarse, pidió un anteojo para “ver desde Madrid la gran obra”.
Varios usos ha tenido este lugar, pero nunca sus cañones y sus muros enfrentaron defensa alguna. Durante las guerras de Independencia fue prisión de revolucionarios, y se hizo famoso el foso de Los Laureles, por haber sido lugar de ejecución de patriotas cubanos.
Esta fortaleza junto al Castillo de los Tres Reyes del Morro integran lo que es hoy el Parque histórico Militar Morro-Cabaña, convirtiéndose así, en el museo más extenso del país.
Una de las atracciones es, que desde el siglo XVIII, uno de sus cañones hace un disparo, diariamente, a las 9 de la noche, ya que se utilizaba como señal para cerrar las puertas de la muralla de la villa. Actualmente, se mantiene esa tradición que se realiza con una solemne ceremonia a la usanza de la época colonial. También pueden visitar La Comandancia del Che, las salas de colección de armas y la Feria del Libro, que se realiza cada año. •

El castillo de San Salvador de la Punta


• Esta fortaleza hermanada con el castillo de Los Tres Reyes del Morro, no sólo por su posición a ambos lados de la entrada del puerto habanero, sino por haber sido construido simultáneamente por el mismo ingeniero Bautista Antonelli, entre 1590 y 1630 para la defensa de los habitantes de la villa.
En 1585 al conocerse los planes del corsario sir Francis Drake, se agudizan las medidas defensivas para proteger La Habana. Éstas resultan efectivas cuando, el 29 de febrero de 1586, aparecen frente a la bahía los primeros buques ingleses, y los cañonazos disparados desde La Punta y El Morro los hacen retroceder.
Por este hecho en 1588 se acuerda que, siendo este puerto tan importante, «conviene se guarde bien y para ello se haga un fuerte en el Morro, en la parte que está designado...», y que al otro lado se haga un fuertecillo como también está designado y que dicho fuerte «frontero del dicho Morro se llame del Salvador».
Este castillo de tipo renacentista fue levantado sin más cimientos que los arrecifes del litoral, y muchas fueron las dificultades en su construcción, tanto por problemas económicos como por una tormenta que la azotó en 1595 que casi arruina toda su muralla y terraplén.
Ya en 1601, en medio de disputas acerca del valor estratégico de la fortaleza, se decidió desmantelarlo hasta dejarlo reducido a una torre-plataforma capaz de acomodar seis u ocho piezas de artillería y una guarnición de 15 hombres. Más tarde se desistió de esa idea por considerarse que dicho fuerte defendía el camino que va a la Chorrera por la ribera del mar.
En 1607 se confirma la utilidad del fuerte y el Rey ordena la reconstrucción de dicho baluarte, que fue llevada a cabo por el gobernador Ruiz de Pereda hacia 1609, por la misma época en que se culminaba El Morro.
El 6 de junio de 1762, como consecuencia de la guerra entre España e Inglaterra, los ingleses inician el sitio de La Habana, cuyas defensas sucumben sin remedio, incapaces de detener el empuje militar de un poderío no previsto en el diseño de su sistema de fortalezas. Como resultado del ataque inglés, habían quedado destruidas las cortinas y los baluartes de La Punta, los cuales son reconstruidos al mismo tiempo que se amplían sus obras primitivas por los ingenieros Silvestre Abarca y Agustín Crame.
Desde entonces, La Punta va transformándose de acuerdo a los requerimientos propios de la defensa y otros usos, perdiendo y modificando elementos o añadiendo nuevas y modernas construcciones que van a alterar gradualmente su forma original, como al quedar cubierta hasta dos metros por encima de su base a causa de las sucesivas pavimentaciones por el crecimiento urbano del entorno: la Avenida del Puerto y el Malecón.
En el siglo XX, durante la República, albergó dependencias de la Marina de Guerra y después del triunfo de la Revolución sirvió como Escuela de Milicias y como sede de dependencias estatales.
Hoy, restaurado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, el Castillo de San Salvador de la Punta muestra en tres salas, de exposición permanente, su historia y la de la arqueología subacuática cubana. •

Colegio de San Ambrosio-Restaurante AL MEDINA



FOTOS: Coralia Rivero

• En la calle Oficios, una de las más antigua de la ciudad, comienza la historia de esta casa en el año 1688, cuando un maestro carpintero la vendió a Fray Evelino de Compostela, Obispo de Cuba, quien fundó en ella un colegio de niños para la enseñanza del latín y canto, al que llamó de San Ambrosio, desde 1689 hasta 1774, en que fue trasladado al Seminario contiguo a la Catedral.
El edificio posee todas las características de la primitiva arquitectura hispana en nuestra Isla. Además, tiene una marcada influencia mudéjar por la herencia de la prolongada presencia musulmana en la península ibérica, que duró desde el año 711 hasta 1492.
El fuerte balcón corrido con balaustres de madera determina la división de la fachada, esencialmente lisa, en planta baja y alta. La portada de acceso al interior a través del zaguán, está enmarcada, como era usual, por pilastras y un simplificado entablamento. El patio central complementado por un traspatio, es lo más notable de esta casa, un verdadero espacio claustral, de agradables proporciones y rodeado en la planta alta por amplias galerías. Toda esta área constituye un acogedor ambiente que se enriquece por el fuerte colorido de la vegetación, las tejas y la carpintería.
La restauración del edificio se realizó el 16 de noviembre del año 1983 para convertirlo en lo que hoy se conoce como el restaurante Al Medina, cuyo nombre quiere decir “la ciudad” en idioma árabe. Aquí se ofrecen los platos más populares de la cocina del Medio Oriente a través del rescate de la cultura culinaria con la llegada de libaneses, sirios y palestinos a nuestro país. Entre todo lo que puede degustar se destacan el Gran Plato Al Medina que es pollo al ajonjolí; las brochetas de langosta, camarón y pescado grillados llamado Pincho Royal, además de otras especialidades.

El restaurante rememora la presencia árabe no sólo con su oferta gastronómica y venta de productos importados, sino también con su música y una bella decoración de una equilibrada sencillez.
Visitar estos rincones encantadores del Centro Histórico de la capital nos lleva al reencuentro con una cultura milenaria presente en nuestras raíces •